La noticia de la muerte de Alan Rickam, hace tres años, impactó y entristeció a todo el mundo mágico y muggle pues Severus Snape, a pesar de haber sido un maestro duro y (aparentemente) insensible, supo llegarnos al corazón y jamás lo olvidaremos por eso.
Antes del estreno de la última película de la saga de Harry Potter en el 2011, el actor se despidió de su icónico personaje con una carta para J.K. Rowling y los fans que durante años estuvieron al pie del cañón junto a los hechiceros.
Acabo de regresar del estudio de doblaje donde hablé por un micrófono como Severus Snape por última vez. En la pantalla había algunas imágenes retrospectivas de Daniel, Emma y Rupert de hace diez años. Tenían 12 años en ese entonces. También he regresado recientemente a Nueva York, y mientras estaba allí vi a Daniel cantando y bailando (brillantemente) en Broadway. Parece que toda la vida transcurrió en minutos.
Tres niños se han convertido en adultos desde aquella llamada telefónica con Jo Rowling, que contenía una pequeña pista, y me convenció de que Snape era más que un disfraz inmutable, y que aunque solo tres de los libros estaban disponibles en ese momento, ella sostuvo toda la enorme pero delicada narrativa en las manos más seguras.
Querer que nos cuenten historias es una antigua necesidad. Pero toda historia necesita un gran narrador. Gracias por todo, Jo.
¡Hasta siempre, Alan!
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